Este mes conmemoramos un nuevo Día del Trabajador y la Trabajadora y es una nueva ocasión también para renovar el compromiso de la Iglesia con el mundo del trabajo. A través de su Doctrina Social, y desde sus inicios con la Rerum Novarum (1891) hasta hoy con el pensamiento del Papa Francisco, la Iglesia ha levantado la voz ante las precarias condiciones que han vivido los trabajadores a lo largo del tiempo, ha promovido sus derechos laborales, así como la constitución de sindicatos, como espacio de solidaridad entre trabajadores, un factor constructivo de orden social y un exponente de la lucha por la justicia social (LE, 20).
En Chile, hay tradición de acompañamiento de la Iglesia al mundo sindical, desempeñando una función fundamental en los procesos de liderazgo del sindicalismo, dando vida a la Pastoral Obrera durante el siglo XX, con una gran labor protectora en dictadura para que el sindicalismo pueda sobrevivir y cumplir su rol. Grandes hombres y mujeres, sacerdotes y laicos/as, inspirados en la Doctrina Social, han acompañado y animado a los trabajadores en la lucha por sus derechos, como San Alberto Hurtado, el padre Fernando Vives, Mons. Manuel Larraín, Mons. Fernando Aristía, Clotario Blest, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, el padre Alfonso Baeza, María Rosas, Manuel Bustos, entre muchos otros y otras.
Como Vicaría de Pastoral Social Caritas, continuadores de la labor de la Vicaría de los Trabajadores, estamos llamados a seguir con esta tradición y los invito a hacernos responsables de ello desde el papel que le toque a cada uno y una en sus programas.
Y es que el que el trabajo expresa la dignidad inherente a cada persona y la aumenta. Dignidad dada por ser hijos e hijas de Dios, pero también por ser co-creadores de su obra. Es a través del trabajo que Dios nos encargar la tarea de continuar la Creación y es “parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal” (LS, 128). Cuando somos conscientes de este sentido cristiano, el trabajo adopta una mirada positiva, superando la visión pesimista del trabajo como carga o castigo tan instalada en la cultura actual.
El Cardenal Silva Henríquez decía que “cuando alguien queriendo hacerlo no puede trabajar, hay una parte de la Creación que queda sin hacer, hay un plan de Dios frustrado”. Seamos conscientes de que a través de nuestro trabajo construimos sociedad y desarrollamos el plan de Dios para nuestras vidas, pero sobre todo trabajemos para que todo hombre y mujer cumpla plenamente con este propósito, para lo cual resulta fundamental ocuparnos y levantar la voz para que sus condiciones de trabajo reconozcan su dignidad y permitan un verdadero desarrollo humano.
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