El valor de la democracia, los derechos humanos y la paz

Hemos comenzado el mes de septiembre que este año está marcado, sin duda, por la conmemoración de los 50 años del golpe militar. Lo significativo de la fecha es una oportunidad ideal para que todos reflexionemos acerca del valor de la democracia, los derechos humanos y la paz. Tal como lo dijera el Cardenal Raúl Silva Henríquez en el Tedeum ecuménico de 1974 “en estos momentos todos los chilenos, creando un clima de comprensión, de justicia y sensatez, de perdón y fraternidad, debemos superar nuestras divisiones y luchas, debemos olvidar nuestras diferencias y nuestras opiniones contrastantes, debemos acabar con el odio para que él no envenene y destruya el alma de nuestra patria”.

Recientemente, en nuestro encuentro de casa del mes de agosto, tuvimos la oportunidad de visitar los archivos de la Vicaría de la Solidaridad y vivenciar con ello el invaluable trabajo que realizaron quienes, desde la iglesia católica, lucharon por la promoción y defensa de los derechos humanos de las personas perseguidas y sus familias poniendo en peligro incluso sus propias vidas. Esos ejemplos, así como el profundo dolor de las víctimas nos debe interpelar y desafiar en nuestro trabajo diario que ocurre en un Chile que mantiene varios dolores sociales que hacen que muchas personas no puedan vivir con la dignidad que les es propia.

El ejercicio de recordar el dolor de las víctimas y el rol profético de la iglesia, junto con el contexto nacional actual es también un muy buen punto de partida para que como Vicaría Pastoral Social Caritas reflexionemos acerca de las prioridades estratégicas vigentes y aquellas nuevas que puedan ir apareciendo. Las personas a quienes acompañamos nos pueden ayudar en este proceso de discernimiento permanente que como institución debemos propiciar. Para ello es necesario que mantengamos los espacios de encuentro profundos y sinceros, dialogantes y constructivos, de manera que, desde nuestra identidad, vayamos buscando las mejores formas de dar respuesta a las necesidades. Les animo a que, empapados por la herencia histórica del trabajo de la iglesia en la promoción y defensa de los derechos humanos, así como en nuestra identidad y las necesidades de las personas a quienes acompañamos, reforcemos nuestros discernimientos y capacidad de respuesta.