La Semana Santa que vivimos tiene una especial significación, ya sea de manera personal y también en lo que nos ocurre como institución, con los dolores que vivimos como iglesia. En nuestra Vicaría, revivimos en alguna medida los padecimientos que Cristo pasó y que conmemoramos con su pasión y muerte en cruz. Pero también, podemos compartir la profunda novedad que trae la Resurrección, y más aún en momentos difíciles.
En su mensaje Urbi et Orbi de la Pascua de este 2024, el Papa Francisco nos invita a contrastar con nuestra propia vida el Evangelio de Marcos (cap. 16), con las mujeres que visitan el sepulcro de Jesús tapado con una piedra grande. En nuestra vida cotidiana también podemos visibilizar rocas, que simbolizan también los grandes problemas que cierran nuestras esperanzas, y también las del mundo, las dificultades y todo lo que nos aflige como vicaría, pero también las precariedades que vemos en las personas y comunidades con las que trabajamos. Así como el Papa lo expone, nosotros al igual que las mujeres podemos preguntarnos: “¿Quién nos correrá estas piedras?” (cf. Mc 16,3).
Las mujeres finalmente, encuentran la piedra corrida, y el Papa reflexiona que solamente Cristo Resucitado es capaz de mover esa piedra, y las rocas que nos aquejan como humanidad, “...) sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado”.
De esta manera, en los momentos de dificultad aparecen brotes de esperanza, Cristo Resucitado nos muestra un camino en que el dolor y la muerte no tienen la última palabra. Él nos trae vida en abundancia (cf Jn 10,10), y esto aplica en todas las situaciones siempre y cuando, nos mantengamos unidos a Él. Solo nos pide que nos acerquemos y que nos dejemos encontrar por Él, por medio de los diferentes medios que nos ha dejado: la oración, los sacramentos, nuestra acción con el prójimo, el contacto con su palabra, entre otros. Desde allí, de cara a él podemos reflexionar en qué hemos fallado, qué nos falta para ser más plenos o plenas, reconciliarnos con Él, con los demás y con nosotros mismos.
Solo me queda invitarles a atreverse a sumergirse en la esperanza y reconocer a Cristo Resucitado en la vida de cada una y cada uno de nosotros, que nos dejemos renovar y de apoco ir descubriendo qué nos pide para ser más plenas y plenos, ya desde nuestra vida terrena. Además, de asumir el desafío institucional de mirarnos en estas circunstancias y ver los mejores caminos de cómo vamos avanzando y compartiendo esta riqueza espiritual con las y los más descartados de nuestra sociedad, para que también puedan tener una vida plena y en abundancia.
Para ayudar a la reflexión, les dejo una canción que justamente habla sobre la vida en abundancia (haciendo clic aquí).
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Catedral 1063. Entrepiso, Piso 5 y 6. Santiago. Chile.
Teléfonos: (562) 27900600
vicariapastoralsocial@iglesiadesantiago.cl