Viernes 28 de Agosto, 2020

Sonia Leal: Si esta pandemia ha sacado lo mejor de nosotros, hay que entregárselo a los demás



Durante todo el mes de agosto y en el marco del Mes de la Solidaridad, la Iglesia de Santiago quiere compartir una serie de perfiles de personas que han generado diversas iniciativas comunitarias como una expresiones de solidaridad permanente.

Hace 20 años que vivo en la Villa Marta Brunett, en el sector de Bajos de Mena. Acá tengo un negocio en mi casa, pero en los últimos meses bajaron mucho las ventas. Mis vecinos, que son mis clientes, ya no tenían dinero para hacer compras y tuve que cerrar. Fue difícil, porque en mi casa también estábamos viviendo las consecuencias de esta crisis. Mi esposo se quedó sin trabajo y la casa la llevamos solo con la ayuda de uno de mis hijos, que sigue con trabajo, pero con sueldo reducido.
Al principio estaba nerviosa, pero sabía que no me podía echar a morir. Tenía que sacar adelante a mi familia y también ayudar a mis vecinos que estaban mucho peor que nosotros. Me preocupaban los niños. ¿Qué iban a comer si sus papás no tenían plata para alimentarlos?. Fue así como el primero de mayo, con el apoyo de mi marido y la generosa ayuda de una amiga, que nos facilitó el local donde tiene su pastelería, comenzamos con el comedor solidario para la comunidad.

Mi nombre es Sonia Leal, tengo 54 años, soy agente pastoral y hoy trabajo en el comedor “Donde Sonia”. A pesar de estar en el grupo de riesgo, porque tengo diabetes e hipertensión, estoy aquí ayudando. Eso no podía detenerme. Mis papás me criaron en la religión católica, ellos eran agentes pastorales y muy humanitarios, eso me formó como persona y me motivó a ayudar.

Partimos con 80 familias inscritas y paramos la olla con donaciones de los vecinos, aportes de la Vicaría de Pastoral Social y con la ayuda de Melina Montes, del canal Bajos de Mena TV, que consiguió donaciones de grandes empresas que nos trajeron verduras, mercadería y útiles de aseo. Eso fue en un comienzo, porque a poco andar más vecinos vinieron a pedir ayuda, llegando a entregar 200 almuerzos de lunes a domingo. Era mucha gente, mucha necesidad, incluso caminaban seis cuadras para venir a buscar un plato de comida, así que también nos preocupamos de agregar pancito a las colaciones, de modo que tuvieran algo para la once. Eso lo pudimos lograr gracias al aporte de la señora Teresa, una persona que nos contactó por Facebook y se ofreció -junto a un grupo de amigos- a colaborar con 28 sacos de harina mensuales.

Todo ha sido muy lindo, muy inesperado. Hay días que no sabemos si vamos a tener cosas para preparar al otro día y a veces no duermo pensando en eso; en las familias, en los niños que se quedan sin comer, pero gracias a Dios las donaciones siempre llegan. Ahí uno dice: “Cristo está vivo a través de nosotros”. Tenemos que ayudar como una manera de agradecer lo que Dios nos ha dado y la forma que tengo de retribuirlo, es ayudando a mis vecinos. Al principio llegaban muy tímidos, algunos avergonzados, porque a nadie le gusta pedir, pero poco a poco nos fuimos conociendo y se dio la confianza para que recibieran esta ayuda con dignidad.

Antes de la pandemia cada cual vivía en su metro cuadrado, pero ahora es distinto. Tenemos los números de teléfono de los vecinos, nos comunicamos, la gente se conoce más entre sí y quiere ayudar, aunque tenga poco. Este comedor ha servido para unir a las personas y ha aflorado mucho la solidaridad.

Gracias a Dios este último tiempo ha bajado la cantidad de personas que vienen y ahora son 100. Algunos han recibido bonos o retirado su 10% de la AFP y han sido honestos, dejando el cupo para los que aún tienen necesidad.
Ahora, después de cuatro meses, descansamos los fines de semana, pero seguimos apoyando a otras ollas comunes de la parroquia y a los vecinos del sector de Francisco Coloane, que se vieron afectados por un incendio.

Toda esta solidaridad nos dice que sí hay un Dios y está aquí con nosotros. Es lindo ver que las capillas están abiertas, a la Iglesia ayudando a los vecinos. Si esta pandemia ha sacado lo mejor de nosotros, hay que entregárselo a los demás.

 


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