El pasado 27 de junio, el Círculo de Personas y Organización de ICARE realizó la Mesa Redonda: “Nuevo Mundo del Trabajo”. La senadora Carolina Goic fue una de las invitadas para aportar en el diálogo. Su intervención “abordó la conciliación de los roles en el hogar y el trabajo, el panorama laboral para las mujeres” (nota de prensa de ICARE), entre otros temas.
Al inicio de su presentación, luego de saludar, expresó: “quiero partir con una anécdota, me pidió una audiencia un grupo de trabajadores con representantes de la Pastoral que trabaja con ellos, pero el primer planteamiento que me hacen a propósito de este proyecto de modernización: el primero, senadora, venimos a pedirle que vote en contra de la idea de legislar en este proyecto”.
Quiero reaccionar a estas palabras de la senadora. No tengo la tribuna de ella, pero ocupo la mínima que tengo. Lo primero es que lamento profundamente que haya comenzado así sus palabras.
Si el punto de ella era mostrar que estaba abierta al diálogo y no a la negación como punto de partida, no tenía para qué hacer uso de esa conversación.
El día 6 de junio, junto a dirigentes nacionales de la CONSFECOVE (Confederación de Trabajadores del Comercio), fuimos a manifestarle nuestro parecer acerca de este proyecto. Y sí, iniciando el diálogo, le pedimos que votara en contra de la idea de legislar. Yo estaba ahí en mi calidad de Vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores.
¿Por qué lamento que iniciara así su presentación? Pues, creo senadora, que no es una anécdota. La vida, la salud, la situación de los trabajadores y trabajadoras del país, no es una anécdota. Si se quiere referir al encuentro, diga que fue eso un encuentro, una conversación, pero no una anécdota.
Lo que justamente duele es que pareciera que eso es para muchos empresarios y políticos de este país, la vida de los trabajadores y sus familias.
Diga que usted ha estado siempre por el diálogo.
Diga que está por los acuerdos.
Diga que no quiere hacer una vida política de trinchera. Dígalo. Pero no caracterice nuestro encuentro de una anécdota.
Por otro lado, le quiero decir, que la Iglesia, que la Vicaría, y que muchos de los trabajadores que conozco, también estamos por el diálogo, que también nos gustan los acuerdos, y que no queremos vivir en la trinchera.
Estaremos por el diálogo, los acuerdos y nunca haremos uso de trincheras cuando veamos, sintamos y experimentemos que se está legislando a favor de los trabajadores, que se tiene en mente su bien, que se mira la justicia y que se valora el inmenso esfuerzo que ellos y ellas realizan por el progreso del país.
Sin embargo, eso no lo vemos en este proyecto de modernización laboral. Dialoguemos entonces, lleguemos a acuerdos que sean avances. Y en ocasiones, como parte de ese diálogo y búsqueda de acuerdos, alguna de las partes podrá manifestar que una de las posibilidades sea no legislar.
¿O sólo hay diálogo cuando se está de acuerdo con aquello que se presenta?
¿No es acaso el diálogo algo que debiera estar desde el punto de origen, de modo que aquello que se presenta ya lleve el aporte de las diversas partes?
Tengo la impresión que justamente lo que nos falta en el país es un verdadero diálogo social, aquel que considera a todas las partes como interlocutores de igual dignidad, donde cada una está llamada a aportar y a recibir.
Probablemente se vote la idea de legislar en el proyecto de Modernización Laboral. Lo que nos queda es que el diálogo en el Senado sea capaz de integrar otras visiones, especialmente la de los trabajadores.
Ya no podemos seguir legislando para ellos y ellas. Tenemos que aprender a hacerlo con ellos y ellas. Lo primero para dar este paso es dejar de considerar el encuentro entre un senador, trabajadores y la Iglesia, como una anécdota.
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