Nuevamente el Papa se inspira en su patrono, San Francisco de Asís, para la escritura de esta carta social. Esto es tan así que, a pesar de la Pandemia, decidió firmarla en la tumba del Santo en la pequeña ciudad de Asís y fue presentada el 4 de octubre, día de su festividad.
En la primera parte, se presenta un interesante diagnóstico de la situación mundial que se ha visto acelerada por la crisis socio sanitaria que pesar de ser duro y realista, busca luego en la encíclica caminar hacia la esperanza. Entre los puntos principales está la crítica a nacionalismos añejos que han reflotado, al debilitamiento de lo comunitario y de la conciencia histórica a raíz de la influencia de la economía global en la cultura de los pueblos, y la desesperanza y desconfianza que instalan algunos en busca de su beneficio.
También previene respecto a lo que ha llamado un “descarte mundial” que afecta a los adultos mayores, migrantes y da paso a nuevas pobrezas. La generación de violencia, miedo y desconfianza por intereses económicos. El Papa reflexionará sobre la pandemia y la conciencia de comunidad que ha despertado, así también todo el sufrimiento que ha traído lo ve como un aprendizaje que nos puede ayudar a superar muchas limitaciones que traíamos como sociedad, pasando del “sálvese quien pueda” al “nadie se salva solo”.
Toma un rol clave en la encíclica la parábola del Buen Samaritano, desde la cual Francisco reflexiona que hemos sido hechos para el amor, el texto bíblico nos desafía a ampliar nuestra capacidad de amar superando prejuicios, barreras históricas o culturales; no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida, esto nos debe indignar.
A partir de esta parábola luego se propone la actitud de apertura, en relación con principios de la DSI como la solidaridad, la función social de la propiedad, la gratuidad y a partir de ello el Papa invita a construir una mejor política al servicio del bien común, desde la caridad, desde el amor: “Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento.” (nº 186)
Para concretar esta mejor política, se propone una metodología desde el diálogo y la amistad social para construir una cultura del encuentro: “hablar de ‘cultura del encuentro’ significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos” (nº 216).
Finalmente se tratan algunos temas específicos que aterrizan las implicancias de la amistad social, como la superación de las guerras desde la promoción de la paz, el compromiso de la Iglesia por abolir la pena de muerte en todo el mundo, y la relevancia del perdón y la memoria para superar los conflictos socio políticos. Francisco También destacará el rol de lo espiritual y de las distintas religiones en la construcción de un mundo más fraterno: “Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros” (Nº284)
Un dato curioso de la recién lanzada encíclica es que Francisco cita una homilía del Cardenal Silva Henríquez al hablar de la conciencia histórica de los pueblos, cabe destacar que ello no sucedía en una encíclica social desde que Pablo VI citara a don Manuel Larraín, Obispo de Talca, en la Populorum Progressio (1967).
Sin duda esta encíclica será de mucho provecho para las distintas acciones que realiza la Pastoral Social, además de dialogar con el proceso que vivimos como país, por ello las y los invitamos a revisarla en el siguiente link.
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