Hasta el campamento Millantú, ubicado en el borde del Rio Maipo, en Puente Alto, llegaron representantes de organizaciones ligadas a la Iglesia Católica, para renovar su compromiso por la defensa de los derechos humanos, cumpliendo así un rito instaurado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en 1978, y que en esta oportunidad tuvo un énfasis en la preocupación por la dignidad y el reconocimiento de personas migrantes y refugiadas.
En uno de los asentamientos más importantes de la comuna, se realizó este gesto, que convocó a las instituciones ligadas a Red Clamor (Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas), junto a representantes del campamento, quienes encendieron el histórico cirio, que reivindica el anhelo de luchar para que todo hombre y mujer tenga derecho a ser persona. Entre las instituciones que participaron, estuvo: la Vicaría Pastoral Social Caritas; el Servicio Jesuita a Migrantes; la Fundación Frè, el Departamento de Movilidad Humana del Arzobispado de Santiago, Fundación Madre Josefa, la Corporación Dolores Sopeña, la Fundación Bienvenido Hermano y Caritas Chile.
Durante este acto, participó el Vicario de la Pastoral Social Caritas, padre Jaime Tocornal, quien reflexionó sobre el significado de encender este cirio, en medio de un lugar donde la vulnerabilidad se hace carne. “Este cirio se prende como un símbolo y ustedes nos recuerdan, la necesidad de acompañarlos en la defensa de los Derechos Humanos, especialmente como mujeres y familias migrantes. El ser humano, si no se custodian sus derechos, deja de ser humano, es tratado como si fuera otra cosa y por eso es tan importante la defensa de todos los derechos”.
Por su parte, la hermana Gabriela Herrera, Directora de la Corporación Dolores Sopeña, resaltó el trabajo que realiza la fundación en el Campamento Millantú, donde han formado y capacitado a hombres y mujeres, para entregarles herramientas que les han permitido desenvolverse de forma efectiva en el mercado laboral. “Nacionales y migrantes, personas trabajadoras, que desde el estallido social y luego, agravado por los efectos de la pandemia Covid-19 muchos perdieron su fuente de ingreso que les ayudaba a mantenerse con lo básico. Sin trabajo, no hay cómo solventar comida, luz, agua, arriendo. Si no hay para el arriendo: o calle o campamento. (…) Nos sentimos Iglesia en salida y nos encontramos en un lugar que es más que un campamento, nos encontramos en una tierra sagrada, habitada por personas luchadoras, capaces de salir adelante, lideradas por sus mismas vecinas. De ellas y ellos aprendimos de solidaridad, fraternidad, respeto. ¡Qué gran enseñanza!”.
Finalmente, Silvana Pérez, una de las representantes del campamento, valoró este gesto y agradeció el trabajo que las organizaciones hacen, en favor de las personas migrantes y refugiadas. “Soy colombiana y agradezco infinitamente las labores de cada uno que ha hecho por nosotros. La Iglesia ha sido parte fundamental para nosotros, para el apoyo, para lo que han hecho por este campamento. Agradezco a todos y todas quienes han formado parte de este lugar. Muchas gracias y esperamos que la Iglesia nos siga apoyando como migrantes, y que no nos olviden. En este campamento hay muchos migrantes que realmente nos han vulnerado nuestros derechos. Entonces, eso es lo que realmente esperamos: que nos ayuden, particularmente colaboren con nuestros hermanos haitianos, peruanos, bolivianos, muchas nacionalidades que hay en este lugar”.
Al igual que hace 43 años, los días 25 de noviembre, se rememora el signo que se desarrolló en la Catedral Metropolitana, en el contexto del Simposio Internacional de Derechos Humanos, que concluyó con la lectura de la Carta de Santiago, y que representantes de iglesias, organismos internacionales y asociaciones humanitarias exhortaban a cada hombre y mujer “para que asuma la defensa y promoción de sus propios derechos y dignidad, considere como deber absoluto el respeto de los derechos ajenos”.
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