Nunca San Alberto pensó que su palabra y su obra, mejor aún, su persona estaría inspirando un mes en nuestra patria. La vida de este gran hombre, casi contemporáneo ilumina hoy nuestro camino y es también un signo para nuestro Chile. Todo esto nació del encuentro con Cristo que es siempre la fuente de los verdaderos cambios. Sin duda lo marcó lo que nos recuerda san Pablo: "el amor de Cristo nos urge, al pensar que si uno murió por todos todos han muerto". Fue un "urgido" por Cristo que lo impulsaba a darse "sin medida" como el decía: "a medida del amor es darse sin medida".
Pero en tan poco tiempo han cambiado tanto las cosas y por eso debemos preguntarnos si la solidaridad tiene valor hoy día y puede ser fuente de inspiración para nuestro trabajo y más aún, de nuestro estilo de vida.
Te quiero proponer algunos puntos para renovar nuestra solidaridad en estos tiempos.
Desde las voluntarias de cada olla común se nos impone una pregunta: ¿Cómo nace una y otra vez el interés de tantas y tantos por darse en situaciones incluso de riesgo y precariedad? ¿Cómo puede ser que muchos aún prefieran dar más que recibir? Esto no tiene explicación simple, sino que nos lleva a descubrir que el ser humano vive para darse y aflora esta actitud cada vez que se la necesita. Es su razón de ser más honda. En cada familia se experimenta que nuestra vida viene dada como una donación de los padres hacia los hijos. Es la vida que pasa de un relevo a otro como un don que concretiza la entrega.
Pero esta fuerza básica del hombre tiene que impregnar una sociedad cada vez más diversa que con frecuencia se pone de acuerdo para reclamar alguna necesidad urgente, pero tiene que entrar en un diálogo más profundo para diseñar el camino de respuesta y solución a estos reclamos. Pensemos en la gran tarea de la Convención para entrar en diálogo como nos recuerda el papa Francisco en Fratelli Tutti: “entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el dialogo” (FT 109). Este diálogo, nos recuerda, es un dar y recibir siempre abiertos a la verdad. “Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales” (FT 202).
En tercer lugar, quisiera proponerte un camino de conversión, al estilo de Jesús. En la parábola del Buen Samaritano el maestro de la ley judía está interesado en saber quién es mi prójimo para saber hasta dónde tengo que llegar en mi acción solidaria. ¿Debo alcanzar a mi familia? ¿A mi grupo de trabajo? ¿Mi entorno? El texto del Papa que estamos compartiendo nos da una respuesta novedosa. Cuando Jesús termina preguntándole “quién se hizo prójimo del herido” le está revelando que no es cosa de ampliar el grupo ni de descubrir quiénes son hoy los más vulnerables, sino más bien de hacernos prójimos de ellos. Es una transformación desde adentro, en mi forma de ubicarme frente a los demás. Es una transformación de mi forma de ser y actuar. Sólo así podemos entender lo que significa su invitación final que hoy sigue resonando: “anda y has tú lo mismo”.
Diciéndole “haz tú lo mismo” le está indicando que ese se hizo prójimo del herido. Ya no es una delimitación de hasta dónde tengo que abarcar sino una forma de ser: la invitación es a hacernos prójimos.
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