Queridos amigos vivimos tiempos desafiantes en que el trabajo humano está en el centro de la cuestión social y en la discusión pública y privada. Sueldo mínimo, trabajo decente, cesantía, factor de trabajo migrante, horario laboral, son algunos de los temas que nuestra sociedad intenta descifrar llevándolos a la nueva Constitución y las leyes que dan camino al nuevo gobierno recién instalado. Será muy provechoso volver a mirar la experiencia de Jesús para enriquecer nuestra mirada en este mes del trabajo, por ello les invito a volver a las preguntas de los vecinos de Nazareth.
Con esas preguntas los vecinos de Nazaret se acercaban a Jesús y otros se distanciaban diciendo que cómo va a ser maestro uno que es sólo carpintero. Esto debido a que las tareas manuales en tiempo de Jesús eran miradas en menos y estaban lejos de ser practicadas por los sabios y entendidos. Se habían olvidado que el trabajo junto a la fecundidad son los dos mayores dones que Dios da al ser humano en la creación y que incorpora por igual al Varón y la Mujer, representados en Adán y Eva. A ellos les dijo el Creador: sean fecundos y sometan-cultiven la tierra.
Se habían olvidado los judíos de aquella época que el trabajo humano estaba en estrecha relación con Yahveh Dios, con la creación y entre los seres humanos.
Los contemporáneos de Jesús se habían olvidado que el trabajo es entonces un don de Dios, que, aunque marcado después por las consecuencias del pecado original, sudor de la frente para comer el pan y espinos que crecen en el campo, sigue siendo un don divino y nunca un castigo. El trabajo nos introduce en la comunión con Dios ya que el mismo trabaja según nos enseña Jesús: “mi padre trabaja y yo también trabajo”.
La ley del trabajo tenía un sabio complemento en la ley del descanso. La tierra y el hombre deben descansar. Así se abría un tiempo para las actividades humanas que habían quedado relegadas por la rutina laboral: la alabanza a Dios dueño de la tierra, la lectura , la Palabra y el encuentro familiar. Todo esto trae gran riqueza al ser humano. El descanso trae para la tierra, la posibilidad de reponer su energía y así poder ofrecer el generoso fruto: el pan.
La fraternidad viene también de la mano del trabajo donde encuentra un lugar especial la ayuda a los más necesitados. San Pablo dice a los efesios que no se ha olvidado de trabajar con sus propias manos para poder ayudar a los más necesitados. Con esto se da una sinergia entre mi sustento y el de los más pobres. Entre lo mío y lo que debo compartir ya que lo produjo la tierra que en última instancia es propiedad de Dios y yo un simple administrador.
En este nuevo aniversario del día del Trabajo le pedimos a san José que nos ilumine para no olvidar que en ese taller donde enseñó a su hijo se vivió por primera vez el Evangelio del Trabajo. Nosotros al igual que los contemporáneos de Jesús también podemos olvidar para qué y cómo trabajamos.
Un abrazo cariñoso para todos los trabajadores y trabajadoras de la Vicaría
Padre Jaime Tocornal, Vicario de la Pastoral Social Caritas
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