El Estado de Chile se ha comprometido, de aquí al año 2025, con erradicar el trabajo infantil en todas sus formas. Es más, su interés es ser país pionero en lograrlo en la región. El desafío es grande si consideramos que las cifras oficiales nos hablan de casi 220.000 niños, niñas y adolescentes que trabajan en Chile. Datos que, al ser del año 2012, puede no estar reflejando la dimensión actual de esta problemática.
En este sentido, valoramos que se esté trabajando en una nueva Encuesta Nacional de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA 2020) para ayudar a comprender y dimensionar el trabajo infantil en Chile. No obstante, desde nuestra experiencia y los ámbitos de acción que desarrollamos como Vicaría de Pastoral Social Caritas, nos preocupa que el fenómeno no esté disminuyendo y, por el contrario, esté presentándose cada vez más complejo, con mayores vulneraciones y cruzada por diversas problemáticas sociales.
Por ejemplo, las cifras no consideran los mayores flujos migratorios que hemos experimentado como país en los últimos años. Las dificultades de los migrantes para acceder a un trabajo o a una actividad económica no otorgan las condiciones para que los niños, niñas y adolescentes no se vean en la obligación de trabajar.
Sabemos que el trabajo infantil está enmarcado en un contexto de relación directa con la pobreza, donde casi el 70% de los niños, niñas y adolescentes pertenecen al 40% de los hogares con los más bajos ingresos de Chile. La creciente desigualdad social o la mayor precarización laboral no son condiciones favorables para alcanzar la meta.
El acceso a un trabajo decente por parte del adulto disminuye los riesgos de que sus hijos trabajen. Así lo hemos experimentado en un proyecto piloto desarrollado por la Vicaría durante los años 2017 y 2018, con financiamiento de la Subsecretaría del Trabajo. En éste, hemos fortalecido la empleabilidad y propiciado la inserción laboral de padres, madres o adultos significativos de niños y niñas trabajadores, teniendo como resultado que dos tercios de los hijos e hijas de los adultos que participan del proyecto dejen de trabajar.
Sin embargo, sabemos también que para erradicar el trabajo infantil eso no es suficiente. Es necesario que se haga un trabajo multidimensional y con participación de la sociedad civil, en intervención directa con los niños, niñas y adolescentes que trabajan, desde un enfoque de derechos y su participación protagónica. También con la comunidad escolar, sensibilizando, detectando casos y reduciendo la deserción de los estudiantes. Y, por supuesto, seguir fortaleciendo una acción con las familias, concientizando sobre la importancia de que sus hijos no trabajen, sin estigmatizar, fortaleciendo sus capacidades para obtener un trabajo decente.
Para ello, se necesita de un esfuerzo conjunto, sector público y privado. Como Vicaría, nos ponemos a disposición en esta tarea y ofrecemos nuestra experiencia de más de 20 años trabajando en la erradicación progresiva del trabajo infantil. Nos sumamos a la campaña #ChileSinTrabajoInfantil, para que todos los niños, niñas y adolescentes puedan tener un mejor futuro, más equitativo y justo, acorde con su dignidad de hijos e hijas de Dios.
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